martes, 9 de enero de 2007

Un trabajo con vistas


Desde donde trabajaba, tenía una vista privilegiada. Podía observar la ciudad. al fondo, en todo su esplendor. Siempre había disimulado una sonrisa, para no ofender a sus hermanos, cuando hablaban de sus maravillosos despachos en el mismo centro de neurálgico de la capital. Si ellos supieran de las que él disfrutaba, seguramente se sentirían desdichados.
Era un hombre afortunado, no sólo tenía las mejores vistas, también era el jefe y sus nietos adoraban ir a visitarlo al trabajo.
La mayor parte del tiempo se la pasaba paseando y supervisando que todo estuviese correcto. Y después el trato con el público…. Era lo mejor. Tenía oportunidad de hablar con personas, incluso niños de cualquier condición. Charlaba tanto rato como la otra persona necesitase, sin prisas, sin estrés.
Ya quedaba poco para su jubilación, estando viudo y sus hijos con la vida resuelta (bueno no los envidiaba uno era abogado y el otro era socio de una productora), sabía que podría seguir viniendo al trabajo, aunque sólo fuese para dar una vuelta.
Dejó de mirar el paisaje y reparó en una hoja en el suelo.
Era la hora de volver al trabajo. Cogió un escobón de ramas y empujó la hoja al recogedor de cinc. Miró alrededor y pensó que dentro poco, con el otoño, aumentaría su actividad. Esto le agradó ya que tendría la oportunidad de dar caminatas mas largas por el parque y con eso estiraba sus viejos huesos. En verano, entre las vacaciones y que había menos público se quedaba un poco anquilosado.
Con la alegre perspectiva de un parque cubierto de hojarasca, verde, roja, parda y amarilla se marchó cuesta abajo, camino del estanque, silbando aquella cancioncilla de evocaciones zarzuelescas. Le esperaban unas cuantas hojas caídas, cuatro papeleras y sus amigas las ardillas que como todos los días le esperaban al final del camino. Hoy les traía como sorpresa las primeras castañas de la temporada. Recordó como le gustaban a sus nietos aquellos animalillos y eso el animó a silbar mas fuerte mientras se alejaba por el sendero de albero.
¡Debía ser el hombre con el mejor trabajo del mundo!