lunes, 22 de diciembre de 2008

Estrella Fugaz

- Yo me cago en todo lo que se menea !!!!! Ya os dije que no era buena idea cambiar los camellos por este Hummer.
- Joder, Mel, vas a comparar a esas putas y apestosas bestias con este cacharro ....
- Por lo menos ellos no se perdían en el desierto ....
- Ya saltó el otro listo. ¿No fuiste tú quien animó al imbécil este de pelo castaño teñido, cuando nos propuso motorizarnos?
- Si, ¿que pasa?. Estaba hasta los cojones de cargar con el peor animal a pesar de ser al que los niños le piden mas juguetes.

- No te pongas tan orgulloso, lo hacen solo por joder al rey negro y que tenga mas trabajo ...
- Cabrón !!!, eso no eres capaz de decírmelo en la calle ...
- Imbécil ya estamos en la calle o mejor dicho perdidos en este páramo ...
- Bueno, vamos a ver si nos serenamos. Es cierto que nos hemos confiado siguiendo al GPS de mierda ese que nos han instalado en lo coches. ¿Tenemos idea de por donde anda la estrella de Belén?
- Yo la perdí de vista hace muchas horas, como se nubló, iba pendiente de la pantallita esa del TomTom ...
- ¿Y si llamamos al vendedor de los coches? Igual no estamos haciendo algo bien, no se ...
- Llevo toda la tarde llamando al jodido gordo que nos los vendió y me sale diciendo que ese número no existe.
- Déjame probar a mí, a ver si es tu teléfono móvil ...
- Ya salió el del megafashion del iPhone que no sabe como aprovechar para lucirse ...
- Lo que tu digas, 'copito de nieve', pero por lo menos el mio hace fotos, el tuyo por el tamaño y peso debe de hacer radiografías ...
- A que te meto una hostia para hacerte una y ver si te he roto la cabeza, mamonazo ...
- Paz, paz, dejadme la tarjeta del vendedor llamo yo ...
- Toma Luther King ...
- Mira que sois cabrones, a ver "El honesto Nichols, coches garantizados", menudo chorizo. Llamo 655 432 ...
- ¿No os recuerda a nadie el hijoputa este del concesionario ....?
- Nada, me dice lo mismo que el número no existe ... si que me recuerda a alguien, pero no caigo ...
- ME GAGO EN MI PUTA CALAVERAAAAAAAAA!!!! ¿No os dais cuenta? NICHOLS, se llama Nichols !!!!!
- ...
- ...
- No miradme con esa cara, idiotas. Es Nichols, Nicolas, Santa Claus !!!!! Nos ha engañado el muy cerdo !!!
- La madre que lo parió, voy a ver si alguien a pedido un GPS y lo sacamos ...
- Un momento .... Mirad por allí. Se ha despejado un poco. ¿No es aquella la estrella?
- Joder, es verdad !!! Esa es. Rápido a los coches, nos vemos en el Portal.
- Todavía llegamos a tiempo. Maricón el último.
- Soltamos el incienso, el oro y la mirra y tiramos para Finlandia a ajustarle las cuentas al gordo cabrón.
- Mooooooooooc ,mooooooooooc, tira, tira ya lo visitaremos el día 7. Le voy a meter los renos por el culo ...
- ¿Queréis arrancar de una vez antes de que se vuelva a nublar?


Aquel día de Reyes, niños y mayores recibieron puntualmente sus regalos. Al igual que los que escribieron su carta a Papa Noel. Pero queridos amiguitos, el año que viene os aconsejaría que no confiaseis demasiado en que Santa Claus os pueda dejar el calcetín lleno. Igual no puede, igual desaparece...
Sed pacientes y pedidles vuestros regalos a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, son tres, hacen ejercicio y tienen mucha mas mala leche ...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Carta a los susurros perdidos

Querida mi todo:
Hace años, cuando comenzamos nuestra aventura en común, eran muchos los momentos deliciosos que me proporcionaban tus susurros.
Recordarlos todos sería imposible. No puedo evitar, sin embargo, que algunos de esos maravillosos instantes escapen de mi pecho y garabateen aquí, en este inútil trozo de papel, efímero como voluta de humo.
El primero fue, en una espectacular tarde de otoño, paseando sobre el viejo puente. Te paraste, me cogiste la mano, también por primera vez, y poniéndote de puntillas me dijiste al oído:
- Si
No hizo falta nada mas para que yo no soltase tu mano, hasta llevarte a tu casa. Tampoco para que tuviese que esforzarme, durante muchas mañanas, en circunvalar esa sonrisa bobalicona de mi cara con la cuchilla de afeitar.
Mas tarde vinieron otros muchos. Unos divertidos, otros apasionados, tristes ...
Especialmente emocionantes eran cuando me levantaba por la mañana y hacía esfuerzos por que no te despertases. Salía de la cama escurriéndome de tus brazos y de las sábanas. Andaba descalzo y temiendo hacer algún ruido. Y cuando ya estaba cerca de la puerta del piso, en una mano las llaves y en la otra los zapatos, te escuchaba llegar por el pasillo dando saltitos, desnuda y con cara de gatita recién nacida. Y me abrazabas para que no me fuera, y me susurrabas al oído que volviese contigo a la cama. Muchos días llegué tarde al trabajo.
Esta mañana al salir de la habitación también me hablaste.
- Procura no hacer tanto ruido.
Me volví y estabas de espaldas a la puerta, inmóvil. Mire mis pies enfundados en sus ejecutivos y a los zapatos que sostenía en la mano. Como siempre, andé de puntillas, cerré la puerta aguantando el pestillo con las llaves desde fuera y me calcé en la escalera.
He llorado en el garaje, dentro del coche y después de bastante tiempo, he vuelto a llegar tarde.
Hasta hoy no me he dado cuenta de que tus susurros se han transformado en reproches.
Se que tengo parte de culpa, pero no he dejado de amarte un solo instante. Ni siquiera ahora, que me estoy despidiendo de tí.
Mi vida sin ti no merecerá la pena, pero no soporto verte amargada.

Mi susurro de otoño, adiós.

lunes, 21 de julio de 2008

La oca

Y tiro por que me toca. Eso estaría bien si no fuese por que él era el único, el solitario jugador de aquella mano.
Llevaba jugando varios días, dos semanas más o menos, a aquella variante del juego ideado por el mismo.
El tablero la red de carreteras, cada casilla 100 kilómetros, su ficha, de color azul, era su propio coche. Lo único que conservaba la función del juego original era el dado.
Aquella mañana que empezó a jugar, lo hizo por casualidad. Cuando llegó al trabajo, un tedioso lunes más, fue a sacar del maletero su portafolios. Al abrirlo, se encontró el juego magnético con el que sus hijos, el día anterior, habían amenizado la escapada a la playa. Lo miró durante unos instantes y vio su vida reflejada en aquellos dibujos.
El puente.... y me lleva la corriente. El pozo, de su melancolía, la cárcel, de su gris existencia. Hasta el laberinto le era familiar.
Tomó el dado de su compartimiento y lo lanzó. Un tres, el pescador.

No se lo pensó, regresó al coche se subió y puso el cuenta kilómetros a cero.
Trescientos mil metros más tarde, en un paraje solitario, detuvo el vehículo en el arcén y volvió a lanzar el dado, no sin antes reiniciar el marcador parcial. Un cinco, la casilla del cocinero. Horas después, cansado y habiendo completado los quinientos kilómetros que marcaba el display, se detuvo y durmió.
Y siguió jugando. Un día y otro.
Ignoraba en que lugar se encontraba ahora. Hacía días que había abandonado el mapa y se dejaba llevar por la serpenteante cinta de asfalto, tomando cruces y desviaciones al azar. Estaba ya cerca del final, en la casilla 57 donde un jardinero regaba unas plantas. Tiró el dado sobre el tablero que descansaba en el asiento del copiloto. Justo al lado estaba su móvil, desde hacía varios días, apagado.
Un uno. Casilla 58. La muerte. Cien kilómetros.
Dirigió la mirada hacia el paraje montañoso que se extendía delante de él desde aquel mirador, donde había pasado la noche. Arrancó y se dispuso a recorrer aquella distancia.
Tenía que estar atento para que cuando la centena llegase al marcador, dar por finalizado su viaje.
Aunque en el juego original representaba volver a comenzar la partida, él no estaba dispuesto a pasar otra vez por las mismas casillas que durante aquellos años había ido dejando atrás.
Encendió un cigarrillo y con la ventanilla bajada condujo lentamente mientras el aire, todavía fresco del amanecer que despuntaba a su izquierda, acariciaba su cara. Puso la radio, el CD lleno de MP3 que siempre le acompañaba reprodujo al azar una canción. Hotel California de los Eagles comenzó a sonar.
Por primera vez en varios días una sonrisa acudió a su boca. Dio una profunda calada y tarareó.
On a dark desert highway,
cool wind in my hair

No, se repitió, aquella sería su última tirada. Y empujó suavemente el acelerador.

sábado, 7 de junio de 2008

Milonga a ningún lugar

Ese podría ser el título de la tonada que acompañaba su vida. Adecuada, por su significado musical de cante de ida y vuelta. Adecuada, por la parte de cuento chino que como acepción también tiene.
En cualquier caso, una milonga.
Curiosamente, al percatarse de que su viaje y posterior regreso de ningún lugar podría calificar de baldío, en lugar de sentir frustración, solo un sentimiento de indiferencia le invadía.
La misma sensación de abandono que le impulsó a tomar carretera y manta en un estéril periplo, era la que mirando la desgastadas suelas de sus zapatos le inundaba.
Encorvado, con los codos sobre las rodillas, encendió otro cigarrillo. Sin quitar la vista del suelo, dejó caer el trozo de madera con el extremo carbonizado en que se había transformado el fósforo que acababa de utilizar. En su caprichoso aterrizaje, interrumpió el discurrir de una hormiga que entre el albero vagaba. Ella rodeó decidida el obstáculo y siguió con firme determinación. Si él hubiese sido el formícido, podrían haber pasado días antes de decidirse a circundar la cerilla.
Ya lo denunció en alguna ocasión, hace años, su abuela:
- Este niño piensa demasiado y eso puede acarrearle una desgracia.
Levantando la cabeza, miro a un extremo y después al otro del solitario camino. No recordaba a donde iba y por su puesto de donde venía. La verdad es que tampoco tenía demasiada importancia.
A su mente e instantes después a sus labios acudió una canción.
He's a real nowhere Man
Sitting in his Nowhere Land
Making all his Nowhere Plans for nobody ...


No. En cualquier caso aquella balada no era una milonga.
Con desgana se levantó de aquella piedra que le había servido de improvisado taburete. Tomó el sendero, sin saber si se dirigía al ocaso o al alba, y con las manos en los bolsillos comenzó a caminar cabizbajo mientras intentaba recordar más fragmentos de la canción.

Doesn't kave a point of view
Knows not where he's going to ....

miércoles, 21 de mayo de 2008

Cometa

Me elevo, floto. La suave brisa de mi imaginación roza mi vientre y hace que cada vez me aleje mas y mas del suelo.
Abajo, la realidad se hace cada vez mas pequeña. Las personas se desdibujan, se mezclan, como en un cuadro impresionista, con los contornos de casas, arboles, calles ....
Levanto la mirada y la veo. Una nube blanca con pinceladas añil, cada vez mas cerca y si entorno un poco los ojos me sugiere mil formas. Un seno de mujer, un ala de ángel, una cara mofletuda ... Y me balanceo en una suave mecida.
Ya casi puedo tocarla. Me estiro y las yemas de mis dedos se impregnan de gotas de rocío.
Entonces un brusco tirón frena mi ascenso. Sigo el hilo que me sujeta y compruebo que ya no queda mas que desliar en la manija. La mano que la empuña empieza a recoger cuerda. A recuperar presa.
Me alejo de mi sueño. Con cada vuelta de muñeca de mi dueña me acerco cada vez mas a la realidad.
Escápate, oigo desde arriba.
Observo la tanza, cada vez mas corta, sopeso su resistencia y mis fuerzas. Quizás si una ráfaga de viento suficientemente fuerte me azotara, pudiese romperla. O arrancar el carrete se sus manos. Pero no, hoy tampoco encuentro el valor suficiente.
Como otras tantas veces, me dejo llevar hasta la hierba. Y retorno al trastero.
Allí, en la oscuridad, vuelvo ha hacerme el mismo propósito. La próxima tarde fiesta, en mi próximo vuelo .....

martes, 6 de mayo de 2008

Contact

Pensaba que todo había sido una alucinación. Pero no.
No se en que momento de la noche tuve el encuentro. Al principio parecía otro de esos sueños en los que distinguir si lo que estaba sucediendo era real o producto de mi imaginación se tornaba complicado.
Me encontraba paseando por un aséptico local de color blanco. Al fondo, destacando sobre el encalado entorno una luz de bordes difusos me atraía de forma irremediable.
En la luz aparecían recortadas unas siluetas antropomorfas en las que adivinaban un ligero movimiento, como de mano invitándome a acercarme. Una melodiosa voz surgió desde mi cabeza.
- Acércate y no hagas preguntas. Has sido elegido por nuestra raza para seas nuestro embajador en tu mundo. Para ello te dotaremos de una inteligencia superior y de unos poderes que te protegerán de las agresiones que los que no quieran entendernos intentaran infligirte. Entre estos poderes te hemos dotado de un halo protector que repelerá cualquier ataque impidiendo que ningún artefacto o sustancia conocida roce tu piel, por lo que debes de estar tranquilo y transmitir nuestro mensaje sin temor alguno .....
Soy incapaz de calcular durante cuanto tiempo estuvieron hablándome, o mas exactamente transmitiéndome, del mensaje del que a partir de ese momento era portador.
Cuando finalizaron de instruirme, me dejaron marchar con estas palabras.
- Y ahora vete. En cuanto despiertes pon en marcha el plan trazado.

Mi percepción, ahora que estaba despierto, era la misma que la conseguida en lo que yo, hasta este momento, creí un desvarío onírico. Realmente me había sucedido.
Tenia que hacer una prueba.
Me levanté de la cama y cogiendo una zapatilla del suelo la lancé hacia arriba y dejé que cayese sobre mí. La babucha nunca llego a tocarme. Rebotó a pocos milímetros de mi cabeza y cayó al suelo.
Alentado por la constatación de mi nueva condición de suprahombre, me dirigí a la cocina. Allí se encontraba la prole y mi Santa. Carraspee un par de veces y comencé a hablar.
- Escuchadme todos, hoy me ha sido revelado un mensaje que debo transmitir al mundo entero. Teneis que saber que una inteligencia superior me ha investido como su portavoz para comunicaros que la humanidad corre un grave peligro. Estamos destruyendo el planeta y solo ellos, con mi inestimable ayuda, pueden poner fin a esta locura. Para ello es necesario que todos los dignatarios del orbe, me escuchen y pongan en práctica todo lo que han de hacer para evitar el colapso de nuestra civilización .....
No pude terminar la frase, una sonora hostia estalló en mi cara dejándome medio conmocionado.
- Déjate de gilipolleces y prepara los bocadillos de los niños que vamos tarde. A ver si de una puta vez me ayudas a preparar algo por las mañanas. Y deja de ver esas películas por la noches que te estas volviendo mas imbécil todavía.
Con el eco de la bofetada resonando en mi cráneo y mientras mis hijos me miraban con resignación, alcancé a escuchar una tenue voz que en algún rincón de mi mente preguntaba con crispación:
- ¿Quien coño hizo la selección del individuo?.
Yo sabía que el error, aunque de selección, no fue de ellos. El error fue mio y de eso hace ya dieciocho años......

jueves, 27 de marzo de 2008

El diablo viste de Victorio y Luchino

Mis amigos, conocidos en realidad ya que no gozo de ese privilegio, todavía me preguntan como es posible que esa mujer, no solo accediera a compartir su vida conmigo, si no que todavía lo haga.
Solo nosotros dos sabemos la verdad. Ahora también vosotros.
Años atrás, con amig..., perdón, conocidos comunes y habiendo coincidido varias veces, no pude resistirme a su belleza, inteligencia, bondad y ternura. Así se lo insinué repetidas ocasiones. Claro está que una mujer de esas, estas, características no iba caer a los pies de un gañán como yo.
Una noche, mientras dormía, inicialmente pensé que era un sueño, se me presentó un individuo perfectamente trajeado y que me recordaba vagamente a Robert de Niro.
- Vengo a ofrecerte un trato. Un pacto.
- ¿?
- Ah, perdona, me he saltado algo. Buenas noches soy el diablo y tal.
- ¿Desde cuando el diablo viste ese corte de traje?
- Ummm, ¿Quieres escucharme o criticar mi look?
- Vale, perdona. Me estabas hablando de un pacto.
- Si, iré al grano. Si la quieres a ella, solo tienes que firmar un pacto conmigo.
- ¿Ella?
- Ya sabes 'ella', la guapa, la deseada, bla, bla, bla.
- ¿En que consiste el pacto? ¿No querrás mi alma a la antigua usanza?
- Ya estamos. No, lo que te voy a pedir que firmes es otra cosa.
- Por favor, no le des mas vueltas.
- Bien
- sacó un papel doblado en varias veces del bolsillo interior de su chaqueta
- Veamos: Tendrás que hacerte cargo íntegramente de la casa todos los días que no trabajes, ella podrá elegir siempre el lugar de vacaciones y planificar el tiempo libre, podrá hacer que te pongas a dieta o vayas al gimnasio a su voluntad, decidirá el numero de hijos que tendréis, las veces que haréis el amor, la decoración del hogar, el menú de nochevieja y los invitados, cuando podrás salir con tus amigos, ver el fútbol,.... - Media hora después terminó de leer aquella menuda letra que conformaba la larga lista -.... y por último, también escogerá las películas cuando vayáis al cine.
- ¿Eso es todo? -
de Niro me miro y con sonrisa velada me extendió el contrato.
- Decídete, tengo prisa. Si te parece bien aquí tienes una aguja. Pínchate y firma.
- Estoooo, una duda.
- ¿Si?
- Aquí pone mi nombre y sitio para la firma. Si esto es un pacto ¿Donde firmas tú?
- Soltó una enorme carcajada.
- No te preocupes, pollo, si firmas ya te pongo mi nombre y dejo una gota de sangre de recuerdo.
- Bien, de acuerdo.
- Pinché un dedo y aplaste la gota contra el papel.
Él sacó una pluma, puso su nombre al lado del mío y con mi misma aguja se pincho y a modo de lacre dejo caer una oscura gota roja debajo. Misteriosamente, apareció una segunda copia exacta que me entregó.
- Toma, tu copia. Ahora que hemos firmado tengo que confesarte algo.
- Date prisa, tengo sueño. Recuerda que estaba durmiendo.
- Pues que no soy 'exactamente' el diablo, que no has leído la letra pequeña y que eres el primero, no solo que firma, si no que se lo piensa tan poco.
- ¿Me puedes explicar eso de la letra pequeña y el 'exactamente'?
- Miró el contrato firmado con sangre, sonrió y se encogió de hombros.
- Pues que la letra pequeña - me acercó una lupa de enormes proporciones - dice que si incumples el contrato, te despojaré de todas tus pertenencias y que vivirás el resto de tus días como una serpiente, arrastrándote sobre tu barriga.
- Magnifico, y lo de 'exactamente'
- Vale pues ....
- Se echó las manos a la espalda y como si estuviese buscando algo, las deslizó hacia abajo mientras un inconfundible sonido de cremallera resonaba en mi cuarto y en mi cabeza. A continuación se quitó el Robert de Niro a modo de mono de trabajo y de dentro, surgió ella. E L L A. Resplandeciente como siempre y desnuda como nunca. Miró mis ojos de búho.
- Si, ya sé que soy un poco tramposa, pero hijo no sabes lo difícil que es conseguir un compañero a mi medida. Nos vemos 'cariño'.
Me guiñó un ojo y desapareció dejando un de Niro arrugado en el suelo de mi habitación.
A la mañana siguiente me desperté empapado en sudor y agarrado a un trozo de papel con dos manchas de sangre al dorso. Lo miré y sonreí, reí como hacia siglos que no recordaba hacerlo. Ese mismo día comenzamos a salir juntos.
Hoy, 15 años después, tengo que contarles que ella en varias ocasiones ha intentado dejarme. Sin éxito, claro. En todas estas ocasiones saqué el contrato con sus hematíes estampados y le recordé la letra pequeña. Ya, ya sé que la letra pequeña me atañía a mí. No me refiero a esa, me refiero a otra mucho más pequeña que aparecía en un lateral, solo visible con microscopio. Esa que decía que sí ella incumplía el contrato, se vería despojada de su belleza, inteligencia, ternura y todo eso. Además de, claro, acabar el resto de sus días convertida en rata de alcantarilla.
No me miren así. Ya lo dice el refrán. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Y ahora perdonen que les deje. Debo quitarme este magnifico traje de Victorio y Luchino, recién comprado, de su colección de primavera. Tengo que preparar la cena y no me gustaría manchármelo.....

miércoles, 13 de febrero de 2008

HelpDesk

Llevaba varios minutos pensando. Dándole vueltas a la cabeza. El programa de la HelDesk que se usaba en mi empresa lo había diseñado yo mismo.
Durante un año se estuvo refinando hasta que se convirtió en una sofisticada aplicación que contemplaba cualquier caso posible que a un operador del CAU podía dársele.
Cientos, miles de simulaciones, horas y horas de recopilar todas las posibles variantes surgidas en nuestra empresa o incluso recurrir a casos reales de otras empresas.
Todo había sido medido para que ningún cabo quedase suelto. Después de cuatro meses de funcionamiento, las incidencias habían descendido un 30% y un año después, mas de la mitad de las llamadas diarias desaparecieron.
Los usuarios se habían dado por vencido y solo cuando realmente tenían un problema, recurrían al fatídico número donde se encontraban los operadores del sistema. La extensión 666.
Hoy, tras casi dos años era yo el que necesitaba recurrir a mi propio monstruo.
Aquella mañana, mi portátil en un momento dado, pareció morirse. De buenas a primeras se puso la pantalla blanca por completo y dejó de responder.
Después de llevar cabo las maniobras clásicas, léase presionar repetidamente las teclas Ctrl-Alt-Supr primero, todas a las demás a continuación, aplicar el método ruso de reparación usando golpes 'in crescendo' y por último maldecir toda la galaxia de gurus de la informática y del silicio, llegue a la conclusión que aquella enorme presentación que llevaba preparando desde temprano, se iba a perder parcialmente. Y juro que las últimas 3 transparencias que inserté desde que usé el comando Guardar eran incunables, obras maestras de la comunicación elevadas a la categoría de arte del powerpoint.
Con resignación apagué por las bravas y reinicié el artefacto del diablo para ver si solo se quedaba en un susto y un rato de trabajo perdido.
Comenzó a arrancar y todo parecía normal. Llegó el momento de hacer el login, no conseguí que el ratón o el teclado externo respondiese. A veces pasaba y era necesario apagar del todo, desconectar por completo y volver a conectar.
No solamente no fue ese el caso, si no que tras intentarlo varias veces y suspender en el aire el portátil para observar las conexiones traseras, pude constatar que la parte inferior del mismo había alcanzado una temperatura tan ciertamente elevada que si en lugar de ser negro, hubiese sido blanco el ordenador podría haber pasado por una sandwichera.
En los minutos siguientes pude comprobar que todas las conexiones USB habían quedado inoperativas y lo que era del todo insoportable, la tarjeta de sonido había dejado de funcionar. Y esto si que era grave.
Verme relegado a trabajar durante horas con el teclado o el ratón (a cualquier cosa) integrados era un suplicio que me haría acabar con unas manos en forma de garra y con poliartrósis. Tener que utilizar la red o el CD como método para introducir o extraer información del ordenador era un incordio. Pero el no poder escuchar mi colección de música ni los videos de youtube cuyos enlaces recibía a diario era insoportable. Así que tras armarme de valor descolgué el teléfono, debajo apareció el número de mi extensión la 172, y marqué el número de la bestia.
Tres tonos después, como estaba estipulado, respondió una operadora.
- Buenos días, soy Ana ¿Como puedo ayudarle? - Yo sabía que en ese instante y gracias a la identificación de la extensión llamante, Ana tenía delante una pantalla repleta de detalles míos. Es cierto que al ser la primera vez que llamaba, el historial de incidencias estaba limpio.
- Hola Ana, se me acaba de averiar el portátil ..
- Ajá ¿puede darme el número de serie, por favor? - Se lo di y supe que estaba cruzando los datos del inventario, con los datos de mi extensión para ver si correspondía.
- Dígame ¿que le ocurre al portátil? - En ese instante y mientras yo empezaba a explicarle, ya se habían conectado a el y estaban monitorizándolo.
- Pues verás, ha dejado de funcionarle el teclado y el ratón externos...
- ¿Ratón?, ¿teclado?, ¿externos?. Disculpe, pero no nos consta que disponga de esos periféricos....
- Si, es que son de mi propiedad, los compré para trabajar mas cómodo - temí la respuesta que yo mismo seleccioné en su día.
- Como sabe, la política de la empresa en este sentido es que no damos soporte a accesorios no corporativos ...
- Bueno, ya pero en realidad es que han dejado de funcionar todos los puertos USB del equipo y no puedo conectar nada.
- ¿Que necesita conectar, en concreto?
- Pues, no sé por ejemplo el disco duro externo o la memoria USB ....
- Ese tipo de periféricos, no sé si sabe que no está permitido usarlos, suponen un riesgo potencial de infección de virus y de posible fuga de información confidencial. En este momento me veo ...
- Si ya se, se ve en la obligación de informarme acerca de las normas de privacidad y protección de datos que como el resto del personal he firmado en algún momento.
- Me alegra que las conozca. ¿Puedo ayudarle en algo más? - Completamente derrotado por mis propias frases, decidí que no tenía nada que perder.
- Si, tampoco me funciona el audio, no puedo escuchar ningún sonido del portátil - Le dije agotando mi último cartucho y motivo real de mi incidencia.
- Los elementos multimedia no están previstos que sean usados en el puesto de trabajo estándar. Lo que ocurre que al disponer usted de un portátil con sonido integrado, es imposible entregárselo sin ellos. Lo sentimos pero no podemos ayudarle en ese asunto, si desea ....
- No, gracias Ana, no se moleste más.
- Buenas tardes - se oyó el click de la desconexión y la línea quedó en silencio.
- Que te den - dije mientras colgaba. Empecé a maldecir la eficacia de la HepDesk y a que parte de su éxito se debía a mis aportaciones.
Hasta que el portátil se amortizase o se averiase, de verdad, seguiría sin poder oir música, ya podía hartarme de contar a las operadoras un cuento chino que ..... ¡Un momento! Una luz al fondo de mi cabeza se iluminó. ¡Si que me iban a tener que arreglar o cambiar el ordenador!. Volví a descolgar el auricular y llamé a Belcebú.
- Buenos días, soy Ana ¿Como puedo ayudarle? - ¡Que suerte era la misma! Sería mejor de lo que pensé.
- Hola, Ana, no puedo acceder al curso interactivo de chino que estamos recibiendo algunos técnicos....
- Ummmmm. ¿Curso de chino? - Yo ya sabia que me había reconocido. Tanto por la voz como por la extensión.
- Si, mandarín para ser exactos. Mírate la circular 15/2008. Es de hace pocos días. ¿La tienes?
- Un momento - Su voz dejaba entrever el desconcierto que le estaba invadiendo.
- Si, ya la tengo, veamos, tiene que acceder al portal de la intranet y entrar en ...
- Perdona, Ana, eso ya lo sé, pero no escucho nada ni puedo hacer grabaciones para cotejar la pronunciación ...... tal y como viene en la circular que se puede hacer ...... igual es la tarjeta de sonido que se ha averiado .........
- Estooooo, un momento por favor. - Observé como tomaban el control remoto del portátil y empezaban a verificar todo lo que yo había probado durante la mañana. Después de unos minutos, Ana volvió a hablar. Esta vez más seria.
- Imagino que durante las pruebas no ha escuchado nada por los altavoces, ¿verdad?
- Exacto Ana, ¿Que podemos hacer?
- Voy a pasar el parte de incidencia. Mañana se pasarán a recogerlo y a dejarle otro de sustitución ...
- ¿Con sonido, Ana? Es muy importante para el curso de chino ...
- Si, con sonido - respondió secamente.
- De acuerdo Ana quedo a la espera. Buenas tardes.
- Buenas tardes.
Nada mas colgar, me levanté de mi mesa y empecé a saltar y a hacer cortes de manga al teléfono. Los que me rodeaban me miraron con desgana. Mañana podría seguir escuchando música mientras hacía unas 'pequeñas correcciones' a la nueva versión de programa para la HelpDesk. No pensaba pasar otra vez por lo mismo...
/* Fix 20081201 */
String currentCallNumber;
currentCallNumber= sessión.getExtension;
If(currentCallNumber == 172){
user.Priority=10;
user.Privileges=10;
}

Ni de coña ...

martes, 12 de febrero de 2008

Pereza

Desde esta perspectiva, mi universo es un trozo de techo. Y una lámpara.
En un esfuerzo desmesurado de mis ojos, observo, a mi derecha, unas láminas impresionistas, enmarcadas en vivos colores que pugnan por entrar en el escaso metro cuadrado de mi dimensión particular.
La desidia se está apoderando de mi cuerpo, de mi mente ya hace tiempo que lo hizo.
Solo, abandonado al devenir del tiempo, he dejado de cuidarme, de preocuparme de los que me rodea. ¿Cuanto tiempo llevo así?. Si no fuese por que biológicamente es imposible, yo diría que siglos, eones, quizás.
De repente una sombra, apenas atisbada con el rabillo del ojo izquierdo, aparece penetrando por el borde exterior de mi galaxia. Con un tino y dolor notorios aterriza en mi abdomen.
Recuperado de la impresión y la ligera molestia causada en mis magdalenas rellenas de cacao (hace años renuncié a poseer abdominales como onzas de chocolate), observo el objeto.
Una cabeza de caucho rosa, coronada con una cabellera, a todas luces con falta de algún oligoelemento que la poble con algo más que esos ralos mechones rojizos, despeinada y de ojos color turquesa con una distribución de sus aperturas ciertamente desigual, me observa con indiferencia. Y me sonríe.
Décimas de segundo después, una voz proveniente de un lugar cercano desde donde fue catapultado aquel objeto, comienza a aproximarse con un sorprendente parecido al ulular de las sirenas de ambulancia cuando se acercan a nosotros.
- Paaaaaaaaapaaaaaaaaaa el hermano le ha arrancado la cabeza al Baby Risitaaaaaaaaas.
El puchero de cabello rubio y ojos castaños llega hasta MI sofá.
Agarro la cabeza de la muñeca (y no es fea, la hija de puta). Con gran esfuerzo y a punto de provocar un desgarro en el paquete de La Bella Easo, me levanto y tomo la muñeca. Ahora la del puchero.
Calzado con una única zapatilla de paño a cuadros, la otra como todos sabemos se encuentra debajo de MI sofá, al fondo junto a la pared, inalcanzable si no se usa el mango de la escoba, nos dirigimos los tres (muñeca, puchero y yo) en busca del causante de semejante holocausto.
Se que me ha escuchado levantarme, no solo por los evidentes resuellos emitidos en mi emulación de la Comaneci al incorpórame de mi horizontalidad, si no por que cual rata que huye, lo he oído corretear por el pasillo.
- No te preocupes cariño, ahora vamos a por el hermano y le hacemos cosquillas hasta que prometa dejarte en paz.
Su gesto cambia con una rapidez pasmosa. Tanto que casi delata la falsedad de sus lágrimas.
Ya en la puerta del salón miro MI sofá y rezo para que su madre regrese pronto de la peluquería.
Suena el teléfono. No hace casi ni falta que lo descuelgue. Es ella, lo se. Que hay mucha gente en la ‘pelu’ o que a aprovechado para hacer unas compras. Que le prepare la merienda a los niños.
- ¿Dígame? Si cariño, si, lo que tu digas, no te preocupes, si cariño, aja, uhum, vale, si. Un beso cariño.
Al carajo mi sesión de tedio. A la mierda terapia de pereza con que las tardes del sábado gusto regalarme.
Miro la cabeza de goma que sostengo agarrada por el escaso cabello.
- Y tu ¿de que coño te ries?

viernes, 4 de enero de 2008

Apariencias

Le escocían los ojos. Llevaba varios minutos mirando, con atención, en la pantalla de su portátil la pequeña ventanita de aquel programa.
La lista de contactos que aparecía ante su vista era bastante escueta. No conectados (1). Lidia. Un solo nombre con un muñequito gris al lado, la componía.
En alguna ocasión, al pasar por algún cibercafé o al mirar de reojo la pantalla de algún compañero de trabajo, había observado largas listas de muñequitos, muchos de ellos en verde.
El solo tenía un contacto en su ciberagenda. Pero no necesitaba más. Ella le daba todo lo que el necesitaba, cuando estaba.
Sabía como era, por que su foto aparecía cada vez que se conectaba. Tampoco le hubiese importado mucho que no fuese así. Él, en cambio, tenía por imagen un simple reloj de arena. Fué lo primero que encontró.
Bostezó y sin poderlo evitar, entornó los ojos. Le pareció que el gris de aquel hombrecito se había tornado verde. Se frotó los ojos y casi instantáneamente aquel programita le informó de que Lidia estaba en línea. Simultáneamente una nueva ventana, con la aquella cara sonriente y larga cabellera en la esquina superior derecha, apareció.

- Hola guapo, ¿que haces?
Se contuvo las ganas de contestarle de inmediato. Se mordió el labio inferior durante unos segundos y esperó.
- Hola ¿estas ahí?
- Hola, disculpa estaba hablando con otra gente y no te había visto
- Ah, bueno perdona, me conecté vi que estabas...
- No, no te preocupes, es que ando un poco despistado ¿como estas?
- Bien, con un poco de sueño, me iba a la cama, pero no he podido evitar echar un vistazo a ver quien estaba.
- Pues si, ya ves por aquí ando, matando el tiempo.
- Yo no aguanto mas, mañana en el trabajo voy a estar muerta. Me voy.
- Vale, que descanses. Yo todavía me quedo un rato por aquí, charlando.
- Buff, no te acuestes muy tarde. A ver si mañana me puedo poner un rato después de cenar y me cuentas algo. Chao. Un beso.
- Si. Otro beso para ti...


Miró durante unos segundos más, hasta que el enanito de ella volvió a su triste y monocromo estado. Se acabó por hoy. Su monotemática lista de Conectados volvió a bascular del uno al cero. Y la de Desconectados, viceversa.
Apagó el ordenador y lo recogió en su maletín. Dobló cuidadosamente los cables y revisó que todo estaba en su sitio. Pasó la mano suavemente por el asa de la funda de su máquina de la felicidad antes de dejarla en el hueco de la estantería.
Aquel apartamento solitario, solo era en momentos como el que acababa de transcurrir, cuando parecía algo mas lleno, menos vacío.
Apagó la luz y de dirigió a la cama. Esperaba tener la suerte de soñar con largas listas llenas de pulgarcitos color césped. Con una pantalla de ordenador repleta de caras sonrientes mirándole.
O por lo menos, que mañana Lidia se pudiese conectar antes.

jueves, 3 de enero de 2008

Ausencia

Dunas, valles y cordilleras. Esa era la visión que me ofrecían las sábanas de la cama.
El hecho de que estuviese medio dormido y con la cara parcialmente hundida en la almohada, también ayudaba a que semejante orografía apareciese ante mí.
Lo que más me atraía de aquellas arrugas, es que, en algún momento, se formaron no por las imponentes fuerzas tectónicas de las entrañas de la tierra, si no por la suave y cálida piel de mi amada.
Imaginaba que aquella cresta del fondo, cerca del precipicio que era el borde del lecho, surgió cuando sus muslos resbalaban para dejarse caer al suelo, cuando ya clareaba.
En cambio esos hermosos cráteres gemelos del centro del páramo, no podían ser otra cosa que el molde de su trasero. Más cerca de mí, próximas a la atalaya desde donde con los ojos entrecerrados observaba, se alzan una sucesión de olas de raso. Estelas dejadas por las quillas de sus pechos al acurrucarse, por última vez, durante la madrugada.
Y así recorrí toda superficie de aquel extraño, pero aun tibio, planeta.
Con perezoso giro abandoné el mirador, enderezando la cabeza a la par que esta arrastraba el resto de mi entumecido cuerpo. Y quedé boca arriba. Y un nuevo accidente geográfico surgió bajo los lienzos, formando la inconfundible silueta del Everest. Lo miré mejor. Está bien, quizás solo fuese el Teide.
Y noté su ausencia.
Y desee que se encontrase allí para que, como ella solo sabía, volviese a coronar aquella cumbre.
No sé si sería capaz de soportar ese vacío. Miré el reloj, habían pasado diez minutos desde que ella decidió que me iba a traer churros, para desayunar en la cama. La intenté convencer de que yo a quien me quería desayunar era a ella. Que moriría de añoranza antes de que le diese tiempo a regresar. Pero es tozuda. Y se fue.
Creo que he escuchado el portal de abajo cerrarse. Aguzo el oído y me parece distinguir su taconeo por el portal.
Ojalá no tomé el ascensor y suba al trote por las escaleras. Dos plantas nos separan. No soportaría los treinta segundos de retraso que supondría la espera del perezoso elevador.
Clac, clac, clac, clac, clac. ¡Bravo! viene subiendo.
Estiro el brazo y aliso el mapa que formó mi diosa. En breves segundos dibujará con su cuerpo un nuevo y sorprendente paisaje.
Y yo seré el primero en hollarlo.

miércoles, 2 de enero de 2008

Abismos

A los ojos de cualquier observador podría parecer que miraba absorto la pantalla del ordenador, mientras una melancólica música surgía de los pequeños altavoces.
En realidad mis ojos atravesaban el cristal del ordenador. Y la pared de estudio y el muro del edificio.
Un campo yermo era mi actual paisaje. Un desierto observado desde el borde de un acantilado.
No puedo asegurar cuanto había durado el proceso. Creo que solo habían transcurrido unos pocos minutos desde que descubrí las cartas.
Estaba buscando aquel maldito papel del seguro del coche de ella. Iba a aprovechar que estaba en casa de vacaciones, solo y aburrido, para hacer lo que ella nunca encontraba el momento. No es posible que tenga un seguro a todo riesgo y vaya por ahí con el paragolpes casi colgando. Y claro, nunca tiene tiempo.
Primero hice lo fácil, aunque lo inútil. Buscar entre mis papeles. Allí estaba todo en orden, en la letra A del fuelle el contrato del Agua, en la H lo que nos queda de la hipoteca y ni por S de Seguro ni C de Coche aparecía lo que buscaba. No tendría mas remedio que echarle valor al asunto.
Me planté delante de su estantería, me remangué y brazos en jarras inspiré con fuerza antes de acometer la titánica tarea de encontrar algo en 'eso'.
Pasados unos minutos y con la mitad de las baldas revisadas apareció, detrás de una hilera de libros, una caja de zapatos llena de papeles. La abrí y eche un vistazo a los papeles de encima. Postales y felicitaciones navideñas antiguas. No entiendo que manía de guardar esas cosas durante años. Iba a ponerle la tapa y devolverla a su sitio cuando me pareció ver algo diferente en el fondo.
Un forro de plástico transparente, lleno de sobres azules.
Con curiosidad, saque el paquete y dejando la caja en el suelo comencé a hojear su contenido. Eran cartas sin remitente, dirigidas a ella. Los matasellos delataban que abarcaban un periodo de un par de años, hasta hacia algo más de uno. Abrí una de las cartas y la leí.
Después abrí otra y otra más. Así hasta acabar la última. Las deje en su sitio con cuidado y me senté. Recordé que hacia un año aproximadamente, me preguntó como darse de alta una cuenta de correo electrónico y se lo expliqué.
Enciendo el ordenador y al acceder a la página de su webmail, encuentro que su nombre de usuaria esta puesto. Pero desconozco su contraseña. Pulso sobre "Recordar contraseña" y la pregunta de "Nombre de Hotel" aparece en la pantalla. Miro la fila de libros que esconde la caja de zapatos con las cartas de color cielo y no dudo al introducir el nombre del hotel. El sistema me recuerda su contraseña, "eresmivida".
Minutos después había leído decenas de correos, enviados y recibidos.
Sigo mirando hacia abajo, al vacío que surge de las puntas de mis zapatos. El abismo aunque infinito se hace acogedor.
Suenan unas llaves en la puerta. Se de donde viene. Lo he leído hace unos instantes.
Si ella sigue regresando a casa, no seré yo quien se lo vaya a impedir. En cualquier caso la caída ha comenzado y da igual la naturaleza de la brecha. Sé que no tiene final.
Con el dorso de la mano me aseguro que no tengo rastro de lágrimas en mis mejillas.
Me levanto para recibirla como otras tantas veces, aunque ella no sepa que nunca será igual. Dejo atrás la nueva canción que ha comenzado a sonar desde el ordenador y salgo al pasillo.

Yearning for more than a blue day
I enter your new life for me
Burning for the true day
I welcome your new life for me
Forgive me, Let live me
Set my spirit free .....

Desamores

Me gusta sentarme en el rincón de mi cuarto. Apoyar la espalda en el trozo de pared que hay debajo de la ventana y quedarme quieta, abrazada a mis piernas, con la barbilla apoyada en las rodillas, durante largos minutos.
Cuando estoy triste, busco la soledad de mi habitación. Y cuando me destrozan el corazón, también.
Solo que esta vez no me lo esperaba. Nunca pensé que Oscar pudiese ser así.
Casi me da un infarto cuando lo vi, al mediodía, en la misma puerta, poniéndole cara de bobo a Susana.
¡Y tenia que ser Susana! Menuda caradura esta hecha y menudo tonto esta hecho él.
Pero esta vez se ha pasado, no quiero volver a saber nada del idiota ese.
Me gustaría poder cerrar la puerta y que no entrase nadie a molestarme.
¡Antes lo digo, antes ocurre! Ahi oigo llegar al interrogatorio por el pasillo.
- ¿Que te ocurre Anita?
- No me pasa nada mama, y sabes que no soporto que me llames "Anita" ni que me hables con ese tono.
- Vale, pero si piensas pasarte mucho tiempo ahí, dímelo. He hecho buñuelos para merendar.
- Olvídame, haz el favor
- Ok, pero se enfrían.
Que manía, venir a rondarme cuando huele a disgusto. Además estoy harta de soportar la cantinela de:
- Pero si solo tienes seis años, solo tienes seis años.
Que sabrá ella de los problemas que tengo.
Uff la verdad es que huele de muerte... Creo que me pillo la Barbie y me voy distraídamente para el salón, a ver si me insiste con lo de la merienda.
Ya tendré tiempo de ponerme pensar en lo desgraciada que soy antes del baño.