viernes, 4 de enero de 2008

Apariencias

Le escocían los ojos. Llevaba varios minutos mirando, con atención, en la pantalla de su portátil la pequeña ventanita de aquel programa.
La lista de contactos que aparecía ante su vista era bastante escueta. No conectados (1). Lidia. Un solo nombre con un muñequito gris al lado, la componía.
En alguna ocasión, al pasar por algún cibercafé o al mirar de reojo la pantalla de algún compañero de trabajo, había observado largas listas de muñequitos, muchos de ellos en verde.
El solo tenía un contacto en su ciberagenda. Pero no necesitaba más. Ella le daba todo lo que el necesitaba, cuando estaba.
Sabía como era, por que su foto aparecía cada vez que se conectaba. Tampoco le hubiese importado mucho que no fuese así. Él, en cambio, tenía por imagen un simple reloj de arena. Fué lo primero que encontró.
Bostezó y sin poderlo evitar, entornó los ojos. Le pareció que el gris de aquel hombrecito se había tornado verde. Se frotó los ojos y casi instantáneamente aquel programita le informó de que Lidia estaba en línea. Simultáneamente una nueva ventana, con la aquella cara sonriente y larga cabellera en la esquina superior derecha, apareció.

- Hola guapo, ¿que haces?
Se contuvo las ganas de contestarle de inmediato. Se mordió el labio inferior durante unos segundos y esperó.
- Hola ¿estas ahí?
- Hola, disculpa estaba hablando con otra gente y no te había visto
- Ah, bueno perdona, me conecté vi que estabas...
- No, no te preocupes, es que ando un poco despistado ¿como estas?
- Bien, con un poco de sueño, me iba a la cama, pero no he podido evitar echar un vistazo a ver quien estaba.
- Pues si, ya ves por aquí ando, matando el tiempo.
- Yo no aguanto mas, mañana en el trabajo voy a estar muerta. Me voy.
- Vale, que descanses. Yo todavía me quedo un rato por aquí, charlando.
- Buff, no te acuestes muy tarde. A ver si mañana me puedo poner un rato después de cenar y me cuentas algo. Chao. Un beso.
- Si. Otro beso para ti...


Miró durante unos segundos más, hasta que el enanito de ella volvió a su triste y monocromo estado. Se acabó por hoy. Su monotemática lista de Conectados volvió a bascular del uno al cero. Y la de Desconectados, viceversa.
Apagó el ordenador y lo recogió en su maletín. Dobló cuidadosamente los cables y revisó que todo estaba en su sitio. Pasó la mano suavemente por el asa de la funda de su máquina de la felicidad antes de dejarla en el hueco de la estantería.
Aquel apartamento solitario, solo era en momentos como el que acababa de transcurrir, cuando parecía algo mas lleno, menos vacío.
Apagó la luz y de dirigió a la cama. Esperaba tener la suerte de soñar con largas listas llenas de pulgarcitos color césped. Con una pantalla de ordenador repleta de caras sonrientes mirándole.
O por lo menos, que mañana Lidia se pudiese conectar antes.

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