miércoles, 2 de enero de 2008

Desamores

Me gusta sentarme en el rincón de mi cuarto. Apoyar la espalda en el trozo de pared que hay debajo de la ventana y quedarme quieta, abrazada a mis piernas, con la barbilla apoyada en las rodillas, durante largos minutos.
Cuando estoy triste, busco la soledad de mi habitación. Y cuando me destrozan el corazón, también.
Solo que esta vez no me lo esperaba. Nunca pensé que Oscar pudiese ser así.
Casi me da un infarto cuando lo vi, al mediodía, en la misma puerta, poniéndole cara de bobo a Susana.
¡Y tenia que ser Susana! Menuda caradura esta hecha y menudo tonto esta hecho él.
Pero esta vez se ha pasado, no quiero volver a saber nada del idiota ese.
Me gustaría poder cerrar la puerta y que no entrase nadie a molestarme.
¡Antes lo digo, antes ocurre! Ahi oigo llegar al interrogatorio por el pasillo.
- ¿Que te ocurre Anita?
- No me pasa nada mama, y sabes que no soporto que me llames "Anita" ni que me hables con ese tono.
- Vale, pero si piensas pasarte mucho tiempo ahí, dímelo. He hecho buñuelos para merendar.
- Olvídame, haz el favor
- Ok, pero se enfrían.
Que manía, venir a rondarme cuando huele a disgusto. Además estoy harta de soportar la cantinela de:
- Pero si solo tienes seis años, solo tienes seis años.
Que sabrá ella de los problemas que tengo.
Uff la verdad es que huele de muerte... Creo que me pillo la Barbie y me voy distraídamente para el salón, a ver si me insiste con lo de la merienda.
Ya tendré tiempo de ponerme pensar en lo desgraciada que soy antes del baño.

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