domingo, 4 de octubre de 1998

El Botón

Allí estaba sentado en el aeropuerto de Kajaani. Mientras no dejaba de subirme el cuello del raído chaquetón y mirar por encima de las oscuras gafas de sol, intentando adivinar si ya lo habrían descubierto, intente hacer un repaso mental de los hechos acontecidos en los últimos días.
Aquel 7 de octubre había comenzado aparentemente bien; la llegada a la estación de tratamiento de aguas había sido fácil.
Me esperaba un pequeño grupo de la planta para darme la bienvenida. Todo eran aun sonrisas y buenas caras.
Me llevaron a la sala de control de la planta. Observe la sofisticada tecnología que lo rodeada, mientras afirmaba haciendo gestos con la cabeza a todos aquellos técnicos que no paraban de hablar en aquel peculiar idioma. Después de un largo rato intente ser cordial y dije en mi perfecto Finés “No se preocupen por mí, he entendido perfectamente” y añadí en ingles “or something likes that". Pensé que se sentirían impresionados, pero su respuesta fue una gran carcajada y codazos entre los hombres, mientras que las dos señoritas presentes se pusieron coloradas, soltaban risitas y no dejaban de mirarme. Es una pena que ya nunca pueda averiguar que dije exactamente en Finés.
Roto el hielo, volvieron a estar casi dos horas enseñándome el funcionamiento de aquel monstruo informatizado.
Conseguí entenderles que iban a salir un instante y que volvían enseguida, que si tenia algún problema los avisase, pero que no hiciese nada que no estuviera seguro de hacer.
Salieron y después de un buen rato dando paseitos por la estancia sonó un bip-bip mientras una graciosa lamparita minúscula de color verde parpadeaba. Tenia que cumplir con mi labor.
Comencé a pulsar teclas en el ordenador y a tocar todos los instrumentos que encontraba como si estuviese poseído. Como resultado cada vez se encendían mas luces de colores más estridentes y cada vez se oían más bip-bip’s diabólicos.
Por fin di con él. Allí estaba lo que había estado buscando. Un precioso botón color rojo brillante, de enormes proporciones y forma de gigantesco champiñón. Rodeado de extrañas advertencias en colores negro y amarillo. Me dirigí hacia él, con parsimonia lo pulse dejando caer mi peso.
De repente todas aquellas luces cesaron y los pitidos ensordecieron.
Poco iba a durarme la sensación de dominio y poder. A los pocos segundos, multitud de sirenas repartidas por toda la planta comenzaron a sonar. Simultáneamente luces giratorias de color rojo y amarillo comenzaron a destellar. La gente corría despavorida de un sitio para otro buscando una salida.
Entendí que mi día de trabajo había terminado. Procurando no llamar la atención me puse el chaquetón, me subí el cuello y apreté el paso para alejarme de allí.
Durante varias horas recorrí la ciudad, hasta que vi en un escaparate de una tienda, mi foto del pasaporte en un noticiario de televisión.
Entre en un bar pedí un café y un bollo. Cogí el bollo y en el servicio improvisé una barba postiza a base de los pelitos que forraban mi chaquetón, pegados con un poco de engrudo fabricado con la miga del bollo. Quizás no fuese perfecta, pero esperaba que me ayudara a llegar al aeropuerto.
Ya quedaba media hora para el embarque y si mi barba color gris-azulado no me fallaba estaría a un paso de llegar a casa.
Oh. Creo que aquellos 2 policías me han reconocido, si, vienen hacia mí con cara de pocos amigos, que cerca he estado..............................

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